Bajo el mando de su Primarca Sanguinius, los Ángeles Sangrientos lucharon el la Gran Cruzada, en la que el Emperador reunió a la humanidad dispersa. Se mantuvo a su lado durante la herejía de Horus, hasta que este convirtió sus sueños en polvo con ayuda de sus traicioneros actos. Lucharon más que ninguna de las nueve Legiones de lo Marines Espaciales, hasta llegar a la nave de Horus, en la que Sanguinius cayó muerto y el Emperador gravemente herido, en este momento los Ángeles Sangrientos recibieron la que sería para ellos la mayor de las maldiciones.
Horus, Señor de la Guerra tras matar a Sanguinius, y herir gravemente al Emperador. |
Después de esto el Imperio cae en desgracia y empieza la degeneración de los Ángeles Sangrientos. A pesar de que se mantuvieron firmes tras la caída de Sanguinius, se apoderó de sus almas una sed roja que nunca podría ser satisfecha, un hambre oscura que los llevaría a la locura. Sabían que si no morirían en el combate, la locura que ahora habitaba en sus almas acabaría por apoderarse de ellos y hacerles caer, se manifestaría como la Rabia Negra, sin poder ser saciada nunca, sólo terminaría tal tormento con la muerte. Por ello se les conoce por actuar durante el combate sin cautela, ya que el peligro de morir no es nada comparado con el hecho de mancillar su honor dejando que aflore su locura. Para ellos es mejor una muerte limpia y pura, que la agonía de su locura.